Se Habia Curado De Todas Sus Fobias

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Los horrendos sufrimientos de Ángela en sus últimas horas dejaron a Jenny estremeciéndose con convulsiones que gradualmente fueron desapareciendo hasta que llegó la muerte. Segura de que permanecería en trance, abandonó su cuerpo desollado en un lago de sangre para entrar en la metaconciencia: su primera y cautelosa entrada en la vida entre las vidas.

Flotando sobre las cabezas de sus asesinos, vio como llevaban su cuerpo hasta un pozo donde se pudrían las carcasas de los animales. Habiendo abandonado el cuerpo, Ángela cesó de sufrir físicamente. Pero la pena psicológica no tenía alivio. Era el dolor del remordimiento de haber buscado el arma, la angustia de haber matado a su propio  hijo.

Al experimentar de nuevo el dolor de Ángela, Jenny sollozó fuertemente por primera y única vez delante del doctor Whitton. De niña había aprendido a no emitir sonido cuando estaba alterada, ya que cualquier forma de queja ocasionaba un tratamiento más brutal por parte de la madre. Tan profunda era esa pauta de conducta que aún bajo la hipnosis, Jenny no lloraba ni se quejaba, ni siquiera lloriqueaba un poco… hasta que se  encontró con el dolor de la tragedia de Ángela.

En las semanas siguientes Jenny se sintió más optimista. Se había curado la fobia a los cuchillos afilados originada en el desollamiento. El “nudo en la vagina” producido por la violación masiva también se curó y el miedo enorme que tenía al padre se explicó y desvaneció de repente cuando lo reconoció en uno de los rufianes que la habían violado, castigado y desollado aquel día siniestro, en el siglo XIX en Colorado. Hoy  todavía Jenny encuentra dificultades para querer a su padre y confiar en él, pero por lo menos puede encarar el problema en forma intelectual. Después de la experiencia como Ángela pudo, por primera vez, abrazar a su padre.

Como resultado de la comprensión de ella misma lograda mediante la terapia de la vida pasada, los talentos psicocinéticos de Jenny no han vuelto a demostrarse. El doctor la llevó una vez más al trance. Allí encontró a Elee, una sacerdotisa vestida de blanco, de una orden mística de Roma durante el siglo II. Elee decía que podía mover objetos con la mente. Decía que los poderes tenían un uso ritual y que ella era la responsable de instruir a otras chicas para que tuvieran las mismas habilidades. Después de esa revelación Jenny ha intentado, sin éxito, revivir la capacidad perdida. No más a merced de sus poderes inconscientes, la dama PK está luchando para hacer consciente esa herencia psíquica.

En tres años Jenny había aprendido muchísimo sobre sí misma. Escoltada al punto de observación de su mente, había penetrado en las entrañas de sus traumas. La recompensa era la liberación de sí misma, de lo que había sido y ya no necesitaba ni deseaba compartir. Por experiencia personal había aprendido que no hay cosas que puedan denominarse accidentes o hechos inexplicables; descubrió que todo en su pasado había tenido un sentido, un propósito, una razón de ser. Por cierto que si bien la aparición de las manchas de sangre en la pared de Jenny en abril de 1980 parecía de lo más misteriosa e insondable, el estudio de este caso complejo muestra que pueden encontrarse las respuestas si la investigación se realiza hasta sus últimas consecuencias.

Sin embargo, siempre hay más preguntas. Lo intrincado del caso de Jenny exigía la explicación de la progresión desde Lucy, pasando por Ángela, hasta Jenny. El doctor Whitton sabía que la meta conciencia podría contener las respuestas y guio a Jenny a la vida entre las vidas de Ángela y Jenny.  – ¿Qué ves? -preguntó suavemente.

Jenny parecía sentir con tal intensidad que el doctor Whitton desistió de interrumpir su deslizamiento en el bardo sin tiempo y sin espacio. Eventualmente repitió la pregunta pero en forma algo diferente:  -¿A quiénes ves?

A mí… cadenas  uso un manto negro… Hay cadenas en mi muñecas y tobillos El juicio siento mucha vergüenza… Muchísima culpa y vergüenza. No quiero…

Interrumpiéndose, Jenny empezó a describir tres seres sinceros Y satisfechos que la esperaban para darle consuelo y seguridad. Estaba asombrada de la sabiduría y la comprensión de esos seres y sentía que no merecía sus atenciones y por eso no deseaba acercarse a ellos. Todo lo que podía hacer era culparse por los errores cometidos en la vida de Ángela, sobre todo el impulso que dio por resultado la muerte de su hijito.

Pero los Tres seguían apoyándola y Jenny sintió que las cadenas resbalaban de las muñecas y los tobillos y empezó a comprender que había una esperanza. El tribunal la ayudó a evaluar la vida que acababa de abandonar y se discutieron algunos episodios

cruciales en Particular.

La confianza de Jenny en los tres seres se fortalecía a medida que repasaba su vida. Entonces, como para estimular la comprensión de su eterno propósito, se le concedió el entendimiento de que la criatura de Lucy y la de Ángela eran elementos de la misma alma que por sus propias razones kármicas necesitó dos vidas muy cortas. (La existencia corpórea puede interrumpirse a la brevedad para cumplir algún requisito de los planes hechos en la vida intermedia. Desde la perspectiva de la metaconciencia, la muerte, no

importa cuándo ocurra, siempre alienta el aprendizaje y la evolución.)

Luego Jenny se vio con un vestido largo entre un grupo de niños. Uno de los chicos notó su presencia y ella lo reconoció como el mismo ser cuyas madres habían sido Lucy y Ángela.

El niñito se acercó y tiró del vestido de Jenny. Ella respondió con un cálido resplandor interior y sintió que se le hinchaba el vientre. Tuvo la impresión de que más adelante

en su vida actual ese niño volvería a ser de ella.

Jenny estaba ansiosa por aprender todo lo que podía en su prolongada inmersión en la vida intermedia. Aprendió que Ángela no había cumplido nada de los asuntos kármicos y que para hacer algún progreso como Jenny primero tendría que llevarse a la situación en la que Ángela abandonó el mundo. En otras palabras: necesitaba el trauma de Ángela y -con el consejo de los Tres- decidió pasar la horrible niñez que describimos antes. La identidad incorpórea de Jenny, viendo llegar los terribles desafíos de la reencarnación siguiente trató de resistir la atracción del plano terrestre.

-No estoy preparada para volver… Tengo miedo -le dijo a una figura luminosa que identificó como su guía y que apareció para presidir el momento del renacimiento.

Aceptando sin entusiasmo las recomendaciones del tribunal Jenny tomó la decisión de trabajar para descargar karma en la vida por empezar, dedicando la fuerza de su personalidad al bienestar de los niños retardados mentalmente. Comprendió además que el aborto había sido elegido específicamente para que iniciara la comprensión de su turbulento pasado. Fue después de todo el embarazo junto con los fenómenos psicocinéticos los que llevaron a Jenny a la terapia.

-Debes encarar el miedo y la ira -le dijeron los Tres.

Y eso es exactamente lo que hizo. Kármicamente hablando parecería que Jenny no había merecido esa niñez espantosa que debió soportar. Después de todo ¿acaso no había luchado por conservar a su hijita retardada en Inglaterra? ¿Acaso no hizo todo lo posible por salvar a su bebé en Colorado? Sin duda la respuesta es sí, pero la opinión de Jenny sobre su comportamiento en las dos situaciones estaba distorsionada por una percepción cargada de culpa y en gran parte la propia percepción constituye la propia realidad, aquí y en el más allá. Como Lucy, creyó que por haberse distraído unas horas en la cervecería había sido responsable de la muerte de su hijita, que era lo que los demás deseaban. Como Ángela, no podía perdonarse el asesinato por más casual que fuera. Apareció ante los jueces con las cadenas porque ella quiso aparecer así, Y aunque las cadenas se deslizaron de las muñecas y tobillos porque los jueces estaban alentándola de esa manera, ella no estaba de acuerdo con el alivio de su culpa. Todavía atrapada en la trama de lo que creía sus errores, no quería producir más problemas en la vida presente. Y problemas era lo que ella creía que merecía. Hasta que vivió en la vida entre las vidas, Jenny era incapaz de aceptar que no era culpable, culpable, culpable.

En la vida intermedia Jenny revisó su libreto kármicn v vio que era muy detallado hasta que tuviera poco más de treinta años. Después, si todo iba según el plan, habría contrarrestado las influencias kármicas negativas. Sólo entonces podría decidir qué hacer con el resto de su vida.

Mientras este libro se imprime, Jenny Saunders tiene treinta y cuatro años y está pensando en un cambio de carrera. Si bien reconoce la importancia pasada de su trabajo con los chicos discapacitados, ya no quiere seguir en esa línea. Habiendo perdido el temor a la maternidad, está decidida a tener un hijo. Por primera vez en la vida está buscando, activamente, a alguien con quien compartir la experiencia. Pero en caso de que no encuentre el compañero adecuado antes de que su reloj biológico no funcione bien, se ha presentado para optar, con éxito, por la maternidad por inseminación artificial. La solicitud de Jenny fue acompañada de una cálida recomendación del doctor Whitton: ”Después de todo lo que ha pasado será muy difícil encontrar una madre más cariñosa y devota que Jenny Saunders”.