Miedo de Ser Madre y Vidas Pasadas

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El primer recuerdo de Jenny es haber estado en la cuna con hambre. Se abrió una

puerta de la habitación y le pusieron una mamadera a su lado. Como todavía no podía tenerla en sus manitas diminutas, Jenny tuvo que moverse con gran dificultad hasta ponerse en una posición en la que podía mamar de la tetina. Esa incapacidad maternal, para decirlo suavemente, presagiaba lo que habría de ocurrir en el futuro.

La madre de Jenny, una drogadicta que había estado internada en instituciones psiqiátricas, indirectamente acusó a su hija, cuando fue más grande, de ser una asesina. Repetía que Jenny nació después de que ella perdiera un bebé en el parto. Decía:

-Ese bebé tuvo que morir para que tú pudieras vivir.

Otros miembros de la familia dijeron luego que ese niño muerto era solamente un producto de la imaginación perturbada de la madre de Jenny. Pero en lo que concierne a Jenny, esos sentimientos de culpa fueron tan reales como los golpes en su cuerpo. y la culpa se reactivó con el aborto de 1979. Otra vez estaba “matando” un feto para sobrevivir ella. Las sesiones de hipnotismo no siempre fueron capaces de extraer los recuerdos de Jenny hasta la superficie. A veces sus sueños completaban el proceso. Otras veces la mano invisible de la psicocinesis proporcionaba el incentivo necesario para que pudiera recordar en forma consciente. Una mañana Jenny despertó y vio que un rincón del piso de madera de su departamento tenía más de veinte estrías de una sustancia roja y grasa. No podía explicar eso porque no usaba lápiz labial ni ningún lápiz rojo, pero esos sucesos ya no la sorprendían. Cuando se duchó soltó una exclamación: en el muslo derecho tenía una marca’ negra y ancha de unos trece centímetros de longitud. En la sesión siguiente Jenny recuperó un recuerdo. Cuando tenía seis años, un día estuvo revisando los frascos con esmalte para las uñas de su madre. Eligió un tono de rojo que hacía juego con las estrías rojas de la madera del piso y procedió a pintar una sección de una pared del dormitorio de sus padres. Cuando la madre descubrió a la artista, le pegó con un cinturón. Las piernas de Jenny quedaron tan lastimadas que tuvo que faltar una semana al colegio.

En otra ocasión, cuando Jenny despertó encontró manchas como de sangre en el frasco de tranquilizante que le había recetado el doctor Whitton para ayudarla a dormir bien después de la etapa perturbadora que vivía al salir del trance. El frasco manchado catalizó la producción de otro recuerdo: el de su madre ingiriendo píldoras en forma masiva. Esos ejemplos de psicocinecis dieron la oportunidad al doctor Whitton de atestiguar y fotografiar los fenómenos.

La excavación de los recuerdos de Jenny alivió muchas de sus angustias; la hizo menos temerosa de la gente, dejó de tenerle miedo a su madre (aunque persistió el odio) y en general Jenny sentía en forma más positiva respecto de ella misma.

Tan positiva que se presentó en otro departamento para un puesto de mayor responsabilidad y lo ganó. En esa época, agosto de 1981, el doctor Whitton presentó el caso de Jenny Saunders ante la Décima Conferencia Internacional de Paraciencias en la Universidad de Toronto. Pero si bien describió detalladamente ante sus colegas la fantasmagoría psicocinétiea, el doctor Whitton tenía bien claro que el caso de Jenny Saunders no estaba terminado. Jenny estaba lejos de haberse liberado de todos sus problemas. Sus sentimientos de culpa habían disminuido, pero no desaparecido. Todavía la aterrorizaba la idea de convertirse en madre. Tenía fobia a los cuchillos afilados. Y sufría una aversión irracional hacia su padre, que no fue fundamentada por los recuerdos de la infancia.

Estaba preocupada por un síntoma que ella describía como “nudo en la vagina”. Cuando la estimulaban sexualmente sentía dolor en lugar de placer y el dolor se transmutaba en una ira asesina. Como resultado de esto, por años Jenny había llevado una vida retraída del sexo. Sentía la atracción sexual, pero detestaba que se le despertaran sentimientos de furia que la hicieran querer matar al que estaba tocándola. Si la ira persistía, la tornaba contra ella y tenía fantasías en las que se cortaba el clítoris con una tijera. En vista de la brutalidad de

la madre, el doctor Whitton encontró esa reacción muy Comprensible. Pero, habiendo agotado los recuerdos de la infancia sin aliviar esos síntomas, supuso que su fuente debía estar más atrás de la presente encarnación. Había llegado el momento de llevar a Jenny más allá de la infancia. Buscando el origen de su temor a la maternidad, el doctor Whitton la hizo volver a una vida en el siglo XVII en Inglaterra. Jenny hizo la transición sin ningún esfuerzo …

El año es 1689 y Londres es un lugar despiadado para una mujer sola con una criatura retardada. Todo conspiraba para que Lucy Bowden se desprendiera de su hijita de tres años por su situación. La gente le decía: “Es una carga nada más que una carga”. Casi todos pensaban que una criatura retardada debía matarse o abandonarse en las afueras de la ciudad. Pero Lucy; de veintiún años, quiere mucho a su hijita, más que a nada en el mundo. Mantenidas por la familia de Lucy; las dos viven en un tercer piso, el desván, de una casa en Whitechapel.

Lucy mantiene a la niña escondida por miedo a que alguien, aunque bienintencionado, la secuestre y la abandone. Siempre la deja en casa encerrada bajo llave

Un día, después de hacer las compras en el mercado, Lucy va a una cervecería  nunca pasa mucho tiempo afuera. Bueno, casi nunca… a  reunirse con unos amigos. La convidan con cerveza y ella, que no está acostumbrada a beber, siente el efecto y se queda mucho más tiempo, muchísimo más tiempo de lo que pensaba. Pasan varias horas hasta que se da cuenta asustada del tiempo que ha transcurrido.

Toma las provisiones y corre a su casa. Al dar vuelta la esquina ve una humareda negra que sale de una casa: su casa. Debajo del techo la casa está en llamas. Lucy se abre paso entre los mirones pero se da cuenta de que no hay esperanzas de rescatar a su hijita. Ninguna esperanza. Avasallada por la desesperación, no hace más que culparse. Si hubiera llegado a casa más temprano. Si…

Al volver a la conciencia normal Jenny se sintió aliviada por no ser más Lucy. Estaba comenzando a entender por qué tenía miedo de ser madre. También se dio cuenta de lo que la había impulsado a trabajar en favor de los niños retardados con tanta dedicación y generosidad. La segunda sesión llevó a Jenny más adelante en la vida de Lucy …

Lucy está atada a una rueda horizontal de madero que hacen rotar dos sacerdotes en el sótano húmedo y lúgubre de una iglesia. Está vestida con una túnica blanca. Los sacerdotes, manejando las palancas a  los lados de la rueda, entran y salen del campo visual oscilante de Lucy. Hay cantos, rezos y conjuros. Lucy se ha sometido gustosa a esa tortura para marear al diablo y que abandone la posesión de su cuerpo. Lucy se dice que sí, que seguramente los hombres de Dios tienen razón. Seguro que fue el diablo el que la hizo quedar tanto tiempo en la cervecería, lo suficiente para que su hijita pereciera en el incendio. Llena de dolor y remordimientos, Lucy había visitado a su pastor anglicano. El escuchó el trágico relato, le expresó sus condolencias y le dijo que había sido tan raro que ella se quedara tanto tiempo fuera de su casa que ése debla ser un trabajo del diablo. Y

la llevó a ese lugar para el exorcismo.

Las paredes giran. Vértigo… náuseas… olvido…redención… náuseas. Al final de la ceremonia, vuelcan por la pared la sangre de un cordero, símbolo de la sangre de Cristo…

Otra pared con manchas de sangre. Una vez más los ecos de algo distante aclaran el presente. Pero terapéuticamente faltaba mucho por hacer y aparecería otra pared manchada con sangre. El doctor Whitton guio a Jenny a la vida inmediatamente anterior …

Ángela tiene cinco años cuando sus padres la dejan en la escalinata de un orfanato de Chicago en 1846. A los dieciséis, Ángela roba algo de dinero y escapa de la rigidez de la institución. Viviendo como puede, viaja al Medio Oeste y recala en un pueblo de frontera llamado Colona en el territorio de Colorado.

Como es bonita, toman a Anegla para servir en un           saloon donde pronto gana dinero extra trabajando como prostituta también. Sus atractivos llaman la atención del médico del pueblo, un hombre casado, que está cautivado por Ángela y paga al dueño del saloon para tener la exclusividad de Ángela. Ella se enamora del médico, queda embarazada y desea ardientemente tener el niño. El médico realiza el parto en un cuarto que hay en el piso superior del saloon y nace un niño sano. A pesar de que la relación es sórdida, Ángela se siente feliz con su vida. Pero su alegría no puede contra la interferencia del cura del pueblo, un ortodoxo persuasivo que está encolerizado y proclama que una “mujer de la vida” ha dado a luz el hijo del doctor. Dice que hay que internar al niño en una institución donde la santidad moral del niño pueda preservarse, y mediante el chantaje logra la colaboración del médico.

Ángela está en la cama convaleciente, con el niñito, cuando entra en la habitación el cura con el médico y dos oficiales. Al ver la expresión de la cara del médico, Ángela se da cuenta del propósito de la visita y tiene un ataque de histeria. Cuando no puede evitar que uno de los oficiales tome al bebé, se inclina a un costado y saca una pistola de debajo de la cama. El otro oficial se arroja sobre ella cuando ve el arma y en la lucha la pistola se dispara y mata al oficial y al niño que tiene en brazos. Se llena de sangre del hombre y del niñito la pared que estaba detrás de ellos. Muda, arrasada, Ángela cae al suelo en estado de shock. El médico huye de la habitación y el cura va a bajar la escalera cuando encuentra a seis vaqueros borrachos excitados por el disparo. El cura no pierde tiempo y les da su versión de las acciones de Ángela e incita a los hombres Los vaqueros arrastran              a castigarla como lo merece una prostituta asesina.  a Ángela fuera del cuarto y la llevan a un lugar cercano donde se matan animales. Entre gritos y risotadas le quitan el camisón y todos la violan. Luego la cuelgan de una ancha viga de madera y le dan latigazos hasta que la piel cuelga en jirones. Cuando está por morir la descuelgan y la desuellan con cuchillos…