Este Lugar Está Encantado!

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Cuando sangra el remordimiento

“Quien, condenado a ir en la compañia 

del dolor, el miedo y la violencia, 

¡horribles compañeros!, 

convierte su necesidad en victoria gloriosa ... ”

WILLIAM WORDSWORTH, Character of the Happy Warrior 

El jueves 10 de abril de 1980 debería haber sido otro día rutinario para la asistente social  Jenny Saunders. Pensando estar a las nueve en su trabajo, se levantó poco después de las siete y media, se puso una bata y salió del dormitorio para prepararse un café. No llegó muy lejos. Los pies descalzos estaban por cruzar la alfombra del living cuando se detuvieron en seco. Los ojos adormilados de Jenny se abrieron asombrados.

Jenny vio en la pared cuatro o cinco manchas de una sustancia color rojo oscuro que habían salpicado el dormitorio de la casa de muñecas que conservaba desde la infancia. Se acercó para inspeccionar las manchas. Parecían ser de sangre. Rápidamente examinó sus manos y cuerpo en busca de alguna lastimadura. No, ella no estaba sangrando. Se le ocurrió entonces que habría derramado algo de salsa de tomates la noche anterior. Pero tuvo que desechar la idea porque no había usado nada de eso, ni parecido. Además, las manchas parecían de sangre y no de kétchup. Todo era muy desconcertante.

Cuando finalmente Jenny se preparó el café, apenas era consciente de lo que estaba haciendo. Lo bebió poco a poco sin salir de su asombro.

Tuvo un día con muchísimas tareas. Siempre exigían mucho del tiempo y la experiencia de Jenny para que investigara los casos en estudio en el departamento dedicado al bienestar de los niños con retardo mental. Desde que podía recordar, Jenny, de veintiocho años, había querido trabajar en pro de los discapacitados mentales. No le importaba el horario largo ni el salario modesto, porque amaba su trabajo y empleaba sus energías con una generosidad que a sus colegas les parecía maravillosa. Aquel día en particular, como en muchos otros, el estudio de los casos mantuvo a Jenny en su escritorio hasta bien pasadas las siete de la noche. No es para sorprenderse que desde mucho antes hubiera olvidado lo de las marcas en la pared. Sólo después de haber abierto la puerta del departamento y, encendido la luz y entrado en el living, tuvo que acordarse forzosamente de lo que había dejado atrás.

Jenny se acobardó a la vista de “sangre” fresca en la pared, sobre la casa de muñecas. Había nuevas manchas cerca de las que vio a la mañana y que ahora estaban secas. Dudó un momento y luego se acercó para examinar la coagulación extendiendo un dedo para comprobar la consistencia y si verdaderamente se trataba de sangre. Las manchas se habían materializado en la superficie de la pared pintada de blanco; no rezumaban desde el interior.

En los días siguientes aparecieron más manchones. En varias ocasiones, tres de las amigas más íntimas de Jenny verificaron el extraño fenómeno. Las amigas entraron en el departamento, vieron las marcas, salieron con Jenny por una hora o más y volvieron para constatar que manchas frescas habían aparecido durante su ausencia. Una testigo, Michelle Ouellette, dijo:

-Creí que quizá Jenny, sonámbula, las hacía. Pero rechacé la hipótesis cuando volvimos al departamento y encontramos manchas nuevas, que no estaban antes de irnos al cine.

¡No podía creer lo que veía!

La situación había vuelto a Jenny más bien aprensiva que asustada, pero ya no podía trabajar sin sentirse preocupada por lo que estaría ocurriendo en la casa. Es curioso, pero no sentía deseos de lavar las manchas que dominaban sus pensamientos. Cada vez cubrían una superficie mayor en la pared y se extendían al costado del televisor. Por supuesto que no le agradaba la expansión de ese mural abstracto. Continuamente pensaba cómo se producía aquello y qué podía hacer al respecto. La indecisión acabó cuando una mañana vio que una chorreadura de sangre ensuciaba el techo de la casa de muñecas.

Ese día Jenny llamó por teléfono a sus padres para pedirles consejo.

Que Jenny llamara a sus padres indicaba una cierta desesperación. Rara vez veía a su madre y a su padre. Las reuniones familiares se limitaban a Navidad, casamientos y funerales. Sin embargo el señor y la señora Saunders respondieron de inmediato al llamado de la hija y llegaron a su departamento esa misma noche. Examinaron las manchas y con gran consternación la madre de Jenny declaró:

-Este lugar está encantado.

El encantamiento podía haber sido la sugerencia obvia de cualquiera que conociera la realidad metafísica y esa posibilidad se les había ocurrido ya a las amigas de Jenny y a ella misma. Pero nadie lo había expresado de manera tan terminante.

La insistencia de la madre en “la posesión por algún espíritu maligno” dejó a Jenny tan asustada que huyó del departamento. Aquella noche, un viernes, durmió en la casa de una amiga y al día siguiente encontró otro departamento en Toronto y se mudó allí el sábado con todas sus pertenencias, incluida la casa de muñecas. Mientras tanto, el padre de Jenny trataba de ponerse en contacto con el doctor Whitton, que estaba en un lugar de vacaciones cerca de Peterborough, en Ontario. Había visto al doctor Whitton por televisión, como experto en fenómenos extraños, y le rogó que ayudara a su hija. El doctor Whitton accedió a ver a Jenny cuando regresara.

Sólo hizo una pregunta al señor Saunders:

-¿Tiene una muestra de las manchas de sangre?

Demasiado tarde Jenny estaba pensando en lo mismo. Cuando sus temores se aliviaron volvió al departamento para tomar fotografías y raspar la pared para tener evidencias, pero el encargado del edificio había pasado el día anterior pintando el living del departamento vacío. Había intentado lavar las manchas con cepillo y agua jabonosa, pero encontró que la sustancia de las manchas había penetrado por debajo de la

capa de pintura. Resolvió aplicar una mano de látex gris oscuro para que no viera la “sangre en la pared”.

Cuando Jenny fue al consultorio del doctor Whitton para la primera entrevista, estaba convencida de que había atraído a un fantasma maligno con poderes espeluznantes. Pero el doctor Whitton pensaba de otra manera. Habiendo investigado varios casos de actividad poltergeist y psicocinética (un poltergeist es el trabajo de un espíritu travieso mientras que la psicocinesis es el movimiento y/o la materialización de objetos que produce la mente de una persona viva), creía que el estado psicológico de Jenny debía haber producido las misteriosas manchas de sangre como expresión simbólica de un conflicto interior. Según el psicoanalista Nandor Fodor, la conducta de este tipo indica “un montón de represiones que se proyectan”.  proyec an .  ”

Los raros individuos que pueden producir la PK, como se conoce comúnmente a la psicocinesis o psicokinesis, nunca lo hacen una sola vez sino que tienen toda una historia de esas manifestaciones. Dos preguntas exigían respuesta: ¿Tenía Jenny una historia de actividad psicocinética? Y si era así, ¿cuáles eran los acontecimientos que habían provocado el profundo conflicto que llenaba la pared de manchas de sangre?

La respuesta a la primera pregunta fue asombrosamente afirmativa. Jenny confesó que

había estado ligada, y era supuestamente responsable, de muchos sucesos psicocinéticos.  El doctor Whitton llegó a llamar a Jenny “la dama PK” y más adelante sería testigo de sus poderes inconscientes, por ejemplo en forma de parpadeo de las luces durante una sesión de asesoramiento. Por ahora se enteró de los siguientes acontecimientos extraños:

La explosión espontánea de los vasos en el secador de vajilla de Jenny;

Las cortinas cerradas en la ventana del departamento de una amiga se abrieron de

golpe, ruidosamente, mientras conversaban lejos del lugar.

Invitada a cenar en casa de los padres, Jenny miraba una jaula de bambú que colgaba del techo con unas cadenas. Dentro de la jaula había un pájaro artificial de material sintético de colores. Mientras Jenny pensaba si algún pájaro verdadero habría vivido ahí, la caja y el metro veinte de cadena cayeron. Después de chocar contra el suelo, la cadena desapareció, o se desmaterializó y nunca fue hallada.

Una amiga le había regalado a Jenny un florero de cristal de plomo. Más tarde esa amiga llamó por teléfono a Jenny para invitarla a su departamento. Pero Jenny no quería ir y, sintiéndose incómoda, empezó a dar excusas. Cuando colgó el tubo, la dama PK actuó. Jenny vio asombrada como el florero que estaba sobre una repisa del otro lado de la habitación se quebraba en el tallo, caía al suelo y se hacía trizas.

 

Sin ganas, Jenny permitió a un conocido volver a su departamento después de haber salido a cenar. El insistió en volver a la casa de Jenny para “tomar un café”, pero no pasó mucho tiempo hasta que empezó a hacer insinuaciones de tipo sexual. Jenny no estaba interesada y por su mente pasó la idea “si fuera mucho más tarde, se sentiría obligado a irse”. La idea hizo que los cuatro relojes del departamento y el reloj pulsera de Jenny adelantaran de un salto hasta la una y treinta y siete de la mañana. El visitante pronto se puso de pie y se fue. Cerrando la puerta detrás de él, Jenny encendió la radio para tener la hora correcta. Estaba terminando el noticiero de las nueve de la noche.