El Camino Al Infierno Esta Empedrado Con Buenas Intenciones

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El Camino Al Infierno Esta Empedrado Con Buenas Intenciones

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El Camino Al Infierno Esta Empedrado Con Buenas Intenciones – La Vida Entre Las Vidas Video 19

por lo menos comprendió por qué en esta vida sentía la compulsión de castigarse. No sólo había sido responsable de la violencia más terrible, sino que había  matado a Sharron, su esposa. Porque en su mente no tenía dudas de que Sharron y Rachael eran elementos de la misma alma unida a la historia de sus vidas por un larguísimo brazo del karma. La conexión se corroboró cuando Sharron entró en trance y fue llevada a la vida en que era Rachael. Ella proporcionó vívidos recuerdos de cuando fue asesinada por su amante Hildebrandt …

Era una cálida noche de primavera. Yo estaba en un dormitorio con una salida que daba a un parapeto. Estaba discutiendo con Hildebrandt y yendo y viniendo del parapeto del dormitorio. Los dos vestíamos ropas sueltas. Hildebrandt usaba medias largas y una camisa bajo su túnica. Yo no llevaba nada bajo la mía. Nos golpeábamos y gritábamos. Los gritos eran en un lenguaje que yo no entendía y cuando traté de entenderlo me di cuenta de que se parecía a un inglés deformado. Hildebrandt me gritó: “Judía puta! ¡Ningún bastardo judío va a heredarme!”. 

Estábamos los dos por el parapeto y Hildebrandt me pegó fuerte en el estómago. Me dobló en dos y me salía sangre por el costado de la boca. Me tomó del cuello y empezó a estrangularme. Siguió apretando y yo perdi el conocimiento. Me tiró sobre la balaustrada y algo se quebró en mi espalda. Me soltó y con un empujón me tiró abajo, a la fosa, donde quedé con la cara hacia arriba, el pelo suelto y flotando, enredado con las basuras. Más tarde, en el patio del castillo, unas mujeres llevaron mi cuerpo en una especie de parihuela. Se veía mi rostro pero el resto, hasta el pelo, estaba envuelto en una tela  blanca. 

Después que Michael vio los resultados terribles de la falta de control de Hildebrandt, disminuyeron sus temores respecto de caer en iras muy fuertes. También disminuyó la tendencia a despertarse sobresaltado por los sonidos suaves. Michael había observado que los ruidos fuertes del patio no perturbaban el sueño de Hildebrandt pero, como temía que lo asesinaran, siempre se despertaba cuando los ruidos eran tenues. Michael era Hildebrandt, pero no tenía por qué serlo. No tenía que atenerse a las pautas de conducta del caballero. Mientras tanto, el doctor Whitton tenía intenciones de continuar tirando del cortinado que escondía otras existencias de Michael. Y decidió hacerlo de otra manera.

-Vuelve atrás -instó al sujeto en estado de hipnosis- o Vuelve al momento de antes de nacer como caballero.

Michael quedó sin hablar durante un rato largo. Las expresiones faciales y el parpadeo esporádico denotaban que estaba ante visiones de ese otro mundo, el vacío misterioso entre encarnaciones. Cuando habló, sus palabras recordaron el viejo dicho de que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Pues su vida como Hildebrandt había sido planificada como algo muy positivo y esclarecedor y no como la experiencia nefasta que había sido. La voz de Michael sonaba con ardiente optimismo:

Soy uno con el Universo. Soy uno con las estrellas y estoy ansioso por nacer. Intentaré construir… una tierra sin fronteras. Seré un buen rey, tendré buenos consejeros y alentaré el comercio, el estudio  y los viajes. 

Cuando se oyó declarar tan buenos propósitos, Michael se dio cuenta con algún alivio de que Hildebrandt no fue Adolf Hitler. Debido a su impulsividad no había cumplido sus nobles aspiraciones. Aunque poseía elevados ideales, no había sido capaz de vivir respetándolos. Hildebrandt degeneró en un ser torturado más que en un ser esencialmente malo. Ahora se

estaba instruyendo a Michael para que volviera a la vida intermedia después de la muerte de Hildebrandt.

  • ¿Qué es lo que ves? -preguntó el doctor Whitton.

Tras un silencio, Michael comenzó a llorar en forma incontrolada. Murmuró algo sobre sus malas acciones como Hildebrandt; mencionó el asesinato de la madre y su hijito con la  lanza. Eso produjo más sollozos de una intensidad que partían el corazón. Los reproches que se hacía Michael estaban más allá del consuelo.

  • ¿Qué es lo que ves? -preguntó otra vez el doctor Whitton. Con lentitud, penosamente, Michael respondió…

Todo es negro y no veré nada. Pude haber hecho mucho pero no lo hice. Pude haber hecho muchas cosas buenas, pero… no las hice. 

La experiencia del remordimiento en la vida intermedia es una forma de infierno. Porque hay un tiempo -que empieza muy pronto, según dice la mayoría de los sujetos- en que la  culpa ataca con toda su crudeza y fealdad, desprovista de las racionalizaciones y excusas que todos usamos para disculpar nuestras fallas. Pero ese infierno no es la condena eterna.

Cuando se evalúa la vida pasada, la compasión del tribunal del juicio nos permite percibir hasta nuestros actos más reprensibles con cierto grado de esa misma compasión.

Por malo que sea el uso que se haya dado a la vida pasada, las almas superiores saben que siempre hay otra oportunidad para rectificar los errores. Y así fue como Michael, estando en  el bardo, reconoció la falla neurótica en su desarrollo y planificó su reencarnación como Magnus, un sacerdote que vivió en Polonia cerca de Moscovia, durante la primera mitad del siglo xv. Esa nueva vida fue creada para proporcionar una oportunidad especial de que aumentara el autocontrol de Michael. Cuando éste, en estado de hipnosis, examinó la vida de Magnus, vio que de acuerdo con las exigencias de la Iglesia el sacerdote había logrado disminuir su agresión innata y suprimir la sexualidad.

Había veces en que Michael se sentía a merced de sus reencarnaciones. Tenía pesadillas y pasaba los días pensando en las revelaciones que había tenido y las conjeturas que brotaban cada vez que despertaba de las sesiones de hipnotismo.

Pero en mayo de 1981 cesaron las pesadillas y las percepciones internas que las producían. Y también dejaron de manifestarse las vidas pasadas. Por más que médico y paciente se empeñaran, se encontraban bloqueados para ulteriores investigaciones. Como Michael rechazaba todo intento de averiguación en estado de trance, el doctor Whitton sabía que por lo menos había una vida anterior que contenía secretos cuya revelación sería crucial para el tratamiento del paciente. Llegó el momento en que otra reencarnación apareció, pero todo lo  que Michael divulgó fue el nombre -Victor- que por sí solo no significaba nada. Depués de varios meses infructuosos, Michael recibió una invitación para visitar la casa de Maisie Newman en Cape Anne, Massachusetts. Maisie era una colega que había ofrecido la casa muchas veces a Michael y Sharron para que pasaran las vacaciones recorriendo la costa de Nueva Inglaterra. Nunca habían aceptado el ofrecimiento pero esa vez Maisie había insistido y Michael, que se sentía frustrado en las investigaciones sobre las vidas pasadas, quería alejarse a alguna parte.

Volaron a Boston, se alojaron en la casa y alquilaron un auto para ir a visitar la vieja ciudad de Salem. Caminaron por la ciudad tristemente célebre por los juicios a las brujas en el siglo XVll. Entraron en una biblioteca y allí Michael tomó con indiferencia un librito viejo sobre la historia de la brujería en el lugar.

De inmediato lo atacó una inquietud aguda que llegó a experimentar como física.

“Fue como si algo estuviera sacudiéndome”, recordó él más tarde. “Estaba ahí temblando y transpirando. Algo estaba funcionando en lo profundo de mi mente … algo que no podía  entender”.

Michael ignoraba la relación entre él y el libro o algo del contenido: sólo sentía que había empeorado la sensación de auto desprecio. Y seguramente eso era significativo. Al partir  de Salem y abandonar la sensación enfermiza, Michael sintió impaciencia por regresar a Toronto y recomenzar las sesiones de hipnotismo en las que volvería a enfrentar la culpabilidad, el sexo y la religión

Victor Bracknell vive en una granja en Nueva Inglaterra. Es un moralista puritano que cree que el placer obstaculiza el progreso espiritual de los que aspiran a entrar en el Reino de los Cielos. Se acercaba el día de la boda de Victor y el dilema de disminuir éxtasis carnal. 

Como tenía el oficio de herrero, hizo un tubo de metal con un agujerito en un extremo para usar el dispositivo en la inseminación de su esposa con la idea de reducir al mínimo el placer de los dos. En la noche de bodas, el instrumento hirió gravemente la zona vaginal de la recién casada. Victor fue presa del pánico y trató, sin éxito, de contener la hemorragia. En unas horas su mujer murió… 

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