¿Cuál Es Nuestro Hogar Natural? La Vida En La Tierra o La Vida En el Más Allá?

      Comentarios desactivados en ¿Cuál Es Nuestro Hogar Natural? La Vida En La Tierra o La Vida En el Más Allá?

¿Cuál Es Nuestro Hogar Natural? La Vida En La Tierra o La Vida En el Más Allá?

Los antiguos tibetanos tenían una palabra para evocar la imagen precisa de la vida entre las vidas. La
palabra es bardo, que significa literalmente el espacio que separa las islas, el espacio atiborrado por
acontecimientos de suma importancia para el alma al separarse del confinamiento del cuerpo. El Bardo
Thodol, más conocido por los occidentales como El libro tibetano de los muertos, es una descripción del
siglo xm del r plano de la conciencia entre las reencarnaciones terrestres en que la entidad humana,
habiendo cruzado el umbral de la muerte, encuentra una experiencia incorpórea tras otra. Recopilado y
resumido de los viajes fuera del cuerpo de generaciones, el libro se recita todavía a los agonizantes y los
muertos en la espera de dirigir el alma liberada a través de la “peligrosa emboscada ” del bardo y de
apartarla de la necesidad del renacimiento. La vida entre las vidas, según El libro tibetano de los muertos,
dura unos simbólicos cuarenta y nueve días y va desde la dichosa inmersión en la “Luz Clara” hasta
la confrontación con el Señor de la Muerte, que consulta su Espejo del Karma “en el que se refleja en
forma vívida t oda acción mala y buena”.
El bardo tibetano se conoce en otras civilizaciones con muchísimos nombres diferentes. Por ejemplo,
los antiguos egipcios -que construyeron modestas casas y las tumbas más espléndidas- hablaron de
amenthe, lugar en el que las almas se regocijan antes de volver a descender para animar un nuevo cuerpo.
Los okinawenses del Pacífico Sur pasan su existencia incorpórea en el gusho antes de regresar a esta
dimensión. Los aborígenes australianos creían que el alma residía en los bosques primitivos de la Tierra:
Anjea. Era el lugar entre reencarnaciones. Y cumplían una ceremonia cuando nacía un niño
para decidir de qué lugar en particular había venido. El niño era conocido después como originario de un
árbol, una roca una laguna o algún otro accidente del paisaje. Esa tradición hizo eco en la Odisea, de
Homero, que habla de cómo las personas habían “nacido de un roble o una roca”. Los antiguos hebreos
creían en una estada en el pardish, donde se les daba instrucciones para la vida siguiente y se los enviaba
s egún el Zohar:
“A entristecerse en el exilio; a un lugar en el que no existe la verdadera felicidad… “.
Los antiguos sabían lo que el hombre moderno está empezando a comprender: que la vida entre las
vidas es nuestro hogar natural, del que salimos para aventurarnos en arduos viajes dentro de los cuerpos
físicos. Manly P. Hall en Death to Rebirth (De la muerte al renacimiento) compara la experiencia de la
encarnación con la de un buzo que abandona la luz y el aire fresco en los que se siente cómodo y desciende
hasta el fondo del mar…
… el pesado traje de buzo es el cuerpo físico y el mar es el océano de la vida. Al nacer, el hombre se pone el
traje de buzo, pero su espíritu está conectado siempre por una cuerda a la luz de arriba. El hombre desciende a
las profundidades del mar de la tristeza y la mortalidad para buscar tesoros escondidos de sabiduría, pues la
experiencia y la comprensión Son perlas valiosísimas y para ganarlas el hombre debe soportar toda clase de
cosas. Cuando encuentra el tesoro, lo izan al bote y, quitándose la pesada escafandra, respira el aire fresco
y vuelve a sentirse libre. Los sabios se dan cuenta de que este incidente que llamamos vida es solamente un viaje
al fondo del mar, que hemos estado allí muchas veces y volveremos a bajar hasta que encontremos el tesoro.
Muchas tribus primitivas y civilizaciones perdidas, como la de los antiguos egipcios, creían en la vida
entre las vidas y por eso se aseguraban de que sus muertos estuvieran bien equipados para enfrentar el
mundo siguiente. Enterraban con ellos objetos útiles como ropas, armas y utensilios de cocina como
gesto de apoyo en el caso de que la entidad descarnada pero demasiado ligada a la tierra por un tiempo
y retuviera las necedades de la vida anterior. En la sociedad sumeria, que floreció al norte del Golfo
Pérsico 3400 años antes de Cristo, se matabaa los sirvientes de un amo, cuando este moría para que
pudieran atenderlo en la próxima vida.
Platón en el décimo libro de La república cuenta el extraño mito de Er, el panfilio que volvió a la vida en
la pira funeraria doce días después de haber muerto en una batalla. Y entonces habló de la vida entre las
vidas, contando cómo cada alma tenía la oportunidad de elegir la forma de su próxima reencarnación. Una
22
vez elegida ésta, las almas bebían del río del olvido para borrar todo recuerdo consciente antes de entrar
en un cuerpo físico. El olvido antes del nacimiento es un tema persistente en las tradiciones religiosas que
van desde el budismo chino hasta el cristianismo esotérico. Según los cabalistas hebreos, el ángel de la
noche, Layela, invoca la amnesia dando un pequeño pellizco en la nariz al alma errante mientras aplica
una ligera presión en el labio superior. Así se dice que todos llevamos la marca del dedo del ángel en
nuestros labios. Los escritos mitológicos y bíblicos cuentan otros hechos comunes en el estado de vida
intermedia, entre ellos la sensación de intemporalidad, la intrusión arrobadora de una luz
insuperablemente brillante, la visión total de la vida recién pasada y el juicio del alma que suelen hacer
t res figuras sabias.
Es probable que la idea católica del purgatorio derive de la antigua interpretación griega de la vida
incorpórea entre encarnaciones. Según Rudolf Steiner, el fundador de la antroposofía, el purgatorio de la
Iglesia católica es un cuadro reconocible, si bien inexacto, de los estados iniciales del estado de vida
intermedia en el que el alma se desprende de todos los deseos, apetitos y pasiones. Steiner, quien
conoció la existencia incorpórea mediante la clarividencia, tenía mucho que decir sobre el plano de la
conciencia entre vidas, insistiendo que “la vida entre la muerte y el renacimiento es… una continuación
de la vida aquí”. Para Steiner, la muerte era simplemente un medio de restauración y rejuvenecimiento.
Escribió: “Para mantener activa la conciencia hemos estado destruyendo continuamente nuestra envoltura
corporal”. Estaba demostrando que la conciencia entre las vidas es vital para la evolución inmortal,
tanto como el sueño para nuestro bienestar físico.
Desde la muerte de Steiner en 1925, ha aumentado la fascinación por los secretos de la conciencia
incorpórea. La cultura hippie de la década del 60 representó algo más que el escapismo sin pensar. Tanto
el ansia de “get high” (elevarse) con los alucinógenos como la necesidad colectiva del misticismo
oriental, indicaron el anhelo por la experiencia más allá de lo físico: la esencia misma del estado entre
las vidas. Y si bien la mentalidad del flower power (poder de la flor) es ya un anacronismo, subsiste el
deseo de conocer la naturaleza y el alcance del viaje del alma. Y por eso en los últimos años ha habido
varios intentos cuasi científicos de penetrar la mística del bardo.
El investigador de la reencarnación más famoso del mundo, el doctor Ian Stevenson, se ha referido a la
entrevida como un “tema que despierta extraordinaria curiosidad en todo el mundo”. De lejos la
incidencia más alta de lo que el doctor Stevenson llama “recuerdos intermedios” se encontró en
Tailandia, donde muchos sujetos dijeron haber visto sus propios cuerpos físicos después de la muerte y
haber observado los ritos funerarios. Muchos describieron que en el mundo siguiente los recibió un
“hombre de blanco” y que se les ofreció “el fruto del olvido” antes de renacer. Al comer ese fruto se
borran los recuerdos de la vida anterior, y muchos sujetos señalaron que conservaron los recuerdos
porque rechazaron la tentadora oferta.
Algunos de los testigos declaran que recuerdan la cremación de sus propios cuerpos y otros se acuerdan
de cómo los dirigieron al hogar de sus futuros nacimientos. Un sujeto hasta sostuvo que había “andado
por el aire y en las copas de los árboles” entre su muerte en 1928 y renacimiento en 1947. Un
hecho relativamente común en lo narrado por Stevenson es el sueño premonitorio que tiene una futura
madre, por lo general antes de la concepción, por el que sabe que alguien que ha conocido renacerá en
ella. Se supone que ese sueño representa el contacto directo con la conciencia incorpórea y a veces
dicta la elección del nombre del niño. A veces son los sujetos los que recuerdan haber aparecido ante sus
futuras madres mientras estaban en el estado de transición entre dos vidas.
Mientras el doctor Stevenson recorría el mundo para averiguar la validez de los recuerdos
espontáneos de renacimiento, se intentaban en Estados Unidos estudios “de escritorio “, con objetivos
similares pero utilizando la hipnosis para provocar los recuerdos.
La doctora Edith Fiore, hipnoterapeuta de California, informó en 1978 que algunos de sus sujetos se
aventuraban en el ínterin entre las vidas para encontrar energía pura y luz, mientras que otros veían
“bellos lagos, bellas escenas, resplandecientes ciudades”. Algunos también mencionaban encuentros
con “planificadores” o una “junta de consejeros” que los ayudaban en la elección de la reencarnación
siguiente, la que en algunos casos estaba precedida por el “vagabundeo” del alma sobre su madre, antes
de nacer. En 1979, los resultados de los estudios de la hipnosis de masas, dirigidos por la doctora Helen
Wambach, una psicóloga clínica de San Francisco, indicaron que la mayoría elige nacer pese a que
hubiese deseado permanecer en “la iluminación y el amor” del estado entre
vidas. Los sujetos de la doctora Wambach contaron que no se tiene género en el lugar entre las vidas y
mencionaron que accedieron de mala gana a reencarnarse después de haber consultado con “asesores”,
“un directorio” o “un grupo de autoridades”.
Los que han informado sobre observaciones personales de una vida entre las vidas pueden compararse
23
a los antiguos marinos que regresaban de un largo viaje al sur contando cosas absurdas como que el sol
brillaba desde el norte. Los que se habían quedado dudaban de esos testimonios porque diferían de la
experiencia europea del recorrido del sol y desafiaban la razón y la lógica de aquellos tiempos. Al
aventurarse en lo desconocido se suelen saborear experiencias que confunden a
la sabiduría contemporánea.